Las abejas y el hombre
A primera vista puede parecer que las abejas
son útiles al ser humano únicamente como productoras de miel y cera, pero no es
así. Nuestro mundo –el mundo humano- y el mundo de las abejas son
interdependientes, forman un mundo simbiótico. Si las abejas desaparecieran, el
hambre haría estragos, porque la tarea de polinización que realizan estos
pequeños y familiares insectos es fundamental en la agricultura mundial; todo
en la naturaleza está sincronizado a favor del ser humano y si llegare a faltar
alguno de sus componentes la situación para el hombre se dificultaría un poco.
La explotación de las abejas para aprovechar
la miel proviene de los tiempos prehistóricos. Restos hallados en la Cueva de
las Arañas, cerca de Valencia, España, prueban que ya en la Edad de Piedra los
hombres cogían la miel producida por las abejas. Algún tiempo después, el
hombre aprendió que las abejas podían ser semi-domesticadas. En los
jeroglíficos egipcios, que datan de 2600 años a.C, se describen métodos
avanzados de apicultura. Y todavía más tarde, el hombre comprendió que para
intervenir en el proceso natural de polinización, para asegurar buenas
cosechas, tenía que utilizar a las abejas, asegurándose de tener colmenas
disponibles, cuando llegaba la estación de la fecundación de las plantas.
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