La danza
En observaciones minuciosas hechas por Frisch
y sus ayudantes, descubrieron otro dato interesante: cuando la exploradora
regresa de una fuente alimenticia cercana (menos de 50 yardas) realiza un
movimiento redondo llamado “danza circular”. Las abejas obreras siguen a
la abeja danzante y la tocan con las antenas. Pero, cuando aumentaron la
cantidad y la calidad del alimento artificial, comprobaron que las abejas
danzaban con más velocidad y mayor vigor, lo que les llevó a suponer que las
obreras conocen la riqueza y la abundancia del hallazgo por la rapidez y la
fuerza de la danza de su compañera exploradora.
Ahora bien, estos movimientos no revelan por
si solos la dirección precisa de la fuente localizada. Para verificar esto, von
Frisch hizo el siguiente experimento: colocó cerca de la colmena un plato con
alimento, perfumándolo con lavanda, y lo rodeó de otros platos igualmente
perfumados, pero vacios. Cuando las exploradoras regresaron con su mensaje a la
colmena, quito el plato lleno y puso uno vacío en su lugar. Recibido el mensaje
por las obreras, emergieron en tropel de la colmena y se lanzaron ávidamente a
buscar el alimento, desperdigándose entre todos los platos. Al parecer, las
exploradoras habían informado que el néctar estaba cerca, aunque, obviamente no
habían comunicado exactamente en qué plato se encontraba.
Una vez más, von Frisch repitió el experimento,
colocando los platos más lejos de la colmena. ¿Qué ocurrió entonces? Algo
totalmente diferente: a una distancia de 200 yardas, casi todas las obreras
fueron directamente hasta los platos más cercanos a aquél en que las
exploradoras habían comido. ¿Por qué? Porque las exploradoras danzaron de
distinta forma, haciendo los movimientos necesarios para indicar la distancia y
la dirección.
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