sábado, 18 de mayo de 2013

Una tarde a mitad de la década de los 80 mi esposa y yo volvíamos de un crucero por el puerto de Bostón, cuando decidimos dar una vuelta por los muelles. Cuando pasábamos por el acuario de Boston una voz grave los gritó ''¡Eh! ¡Eh! ¡Largo de ahí!''. Pensando que por error habíamos entrado en algún lugar prohibido, nos paramos y miramos a nuestro alrededor buscando a un guardia de seguridad o alguna señal de advertencia. La voz retumbó de nuevo ''¡Eh! ¡Eh tú!''. Siguiendo la voz nos fuimos aproximando a un gran estanque rodeado de cristal, situado frente al acuario, en el que cuatro focas parecían estar confinadas a modo de exhibición. Con gran incredulidad identifiqué  como origen de las advertencias a una gran foca que descansaba en posición vertical en el agua, con su boca ligeramente abierta y girando a un lado y a otro lentamente. La foca no me estaba hablando a mi, sino al aire y casualmente a cualquiera al alcance del oído que tuviera el cuidado de escuchar.

                                                                                                           Deacon (1997)

No hay comentarios:

Publicar un comentario